CREO EN DIOS PADRE
“¡Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor!” (Dn 3,57)
OBJETIVO
Redescubrir la grandeza de Dios creador del mundo y del hombre.
INTRODUCCIÓN
En los primeros textos de los Padres de la Iglesia en que se entrevé lo que podrían ser los contenidos de la catequesis primitiva, se encuentra un apartado que trata sobre Dios en tanto que creador. Era una parte imprescindible para rebatir algunas concepciones del mundo de aquella época incompatibles con la fe cristiana. También hoy, ya en el siglo XXI, sigue siendo necesario que los cristianos, que las personas, recordemos esta verdad que con frecuencia pasamos por alto: Dios, que es increíblemente grande, infinitamente bueno, que no necesita de nada, que es inabarcable, todopoderoso, eterno… este Dios es también un Dios creador.
Es creador del hombre y creador del universo y todo lo que contiene, excepto el pecado y sus consecuencias. Y este universo, con todos sus seres, está creado para servir al hombre, por amor a él. Si nos despistamos un poco, es muy fácil que en el día a día, en lo cotidiano vivamos distraídos, pendientes de las prisas, y más todavía si vivimos en la ciudad. Además, la tecnología cotidiana (móviles, televisión, ordenadores, etc.) puede distraernos si no la usamos bien y podemos caer en una especie de fascinación por la última novedad técnica que nos aleja de lo que nos rodea, del resto de la creación.
Pero en ocasiones, si tenemos la suerte de mirar el cielo por la mañana, al salir de casa para ir al trabajo, o cuando está anocheciendo, es posible que la belleza de los colores del cielo, de las nubes o de la luna impacte nuestros sentidos y percibamos un atisbo de la belleza de la creación de Dios. En estos momentos, Dios nos regala la posibilidad de, a través de su creación, llegar a su grandeza, a Él mismo. La belleza de lo creado es como un pálido reflejo de su grandeza, de su poder y de su propia belleza ¡Cuánto más podemos realizar esta experiencia en el campo! Cuando vamos a hacer una excursión a la montaña y llegamos a lo alto, o sencillamente estamos a los pies de un monte, o junto al mar… en esos momentos es fácil experimentar una doble sensación: la de la pequeñez del hombre y la de la grandeza de la creación de Dios.
El peligro que tenían los destinatarios de la catequesis de los Padres de la Iglesia que hablaban de la creación era quedarse simplemente en la creación y llegar incluso a adorar a las criaturas. Este peligro es el mismo que tenemos nosotros muchos siglos después: quedarnos en la belleza de lo que vemos, o de lo que pueda fabricar el hombre.
Los momentos en que percibimos lo pequeños que somos y lo grande que es lo que nos rodea son una oportunidad privilegiada para descubrir la grandeza y el poder de Dios. ¡Sí! ¡Dios es grande! ¡Muy grande y poderoso! Y no sólo porque haya creado cosas grandes como las montañas, los mares, los planetas, las galaxias, etc., sino porque ha creado todo esto para el hombre, por amor al hombre. Por esto Dios es muy grande. Es más, incluso ha creado a los ángeles como servidores de los hombres.
En efecto, el hombre es “la única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma” (GS 24). Ante la grandeza de la creación, el hombre se vuelve hacia Dios con agradecimiento por todo lo que ha creado por él. Y entonces, descubre que también él ha sido creado por Dios, a su imagen, como su obra maestra, la que más quiere, la que más ha mimado, por la que hará auténticas locuras, como entregar a su propio Hijo para salvarlo de la corrupción introducida por el pecado. De este modo, podemos encontrar respuesta a una de las preguntas que tarde o temprano todas las personas se hacen: ¿por qué estoy en este mundo? Estamos porque Dios ha soñado con cada uno de nosotros y nos ha creado por amor.
Como decía S. Juan Pablo II en la Universidad de Eurasia (Kazajstán 2001), cada hombre es un “latido del corazón de Dios”. Y pensando en cada uno de nosotros ha creado el universo y todo lo que hay, para que todo nos lleve, ayude y sirva a vivir en comunión con este Dios cuya grandeza principal consiste en querer sin límites a su criatura favorita: el hombre. Por último, ante tal Creador, la criatura no sólo puede y debe vivir agradecida sino confiada: el mundo, a pesar del desorden introducido por el pecado y sus graves consecuencias, es bueno, muy bueno (cf. Gén 1,1-2,4) y la criatura puede vivir confiada en su Creador que ha contado hasta los cabellos de su cabeza (cf. Lc 12,7).
VER. Partiendo de la vida
1. En este tema puedo presentar un hecho de vida en el que haya tenido una experiencia con la naturaleza (en el campo, una noche estrellada, etc.) que me haya permitido ser consciente de mi pequeñez y de la grandeza de Dios.
2. Otros hechos de vida pueden tener que ver con mi “adoración” de la creación que se puede ver reflejada en la fascinación incontrolada de las obras que hacen los hombres como los móviles, la tecnología, la televisión, etc. y hacer ver cómo la “adoración” hacia la creación y no al Creador me ha podido saturar, aburrir o hastiar.
3. También puede ser adecuado un hecho de vida en el que haya caído en la cuenta de la pequeñez del hombre (ante una enfermedad, muerte; o por todo lo contrario, un nacimiento, un éxito, etc.) y al mismo tiempo haya percibido su grandeza porque ha sido creado por Dios.
4. Presentar un hecho de vida en que me haya “endiosado” más o menos conscientemente, sin tener en cuenta que todo lo bueno que hay en mí proviene de Dios, de mi Creador, y exponer las consecuencias desastrosas que siguieron.
JUZGAR. Iluminación desde la fe
A) Sagrada Escritura
• Los relatos de la Creación del libro del Génesis pueden ser un buen punto de partida para este tema (Gén 1,1-2,4).
• En el libro de Job, el Creador hace desfilar ante los ojos del protagonista del libro las maravillas de la creación (Job 38,1-40,5).
• Los salmos presentan con frecuencia a Dios como Creador y Señor de toda la creación (Sal 29 (28), 33 (32), 96 (95), 104 (103), 147 (146-147), 148; Dan 3,57-88).
• En el Nuevo Testamento, Dios es el Señor de la creación que hace salir el sol sobre buenos y malos (Mt 5,45), cuida providentemente de la creación (Mt 6,25-34). Además, Jesús es el “primogénito de toda la Creación” (Col 1,15), en el que todas las cosas, las del cielo y las de la tierra serán recapituladas (Ef 1,10).
B) Magisterio de la Iglesia
• En este tema es muy útil leer los números 279-324 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre Dios Creador y la creación.
• Relación que el hombre debe tener con la creación (GS 12, 36, 57).
• El magisterio de los papas hace aportaciones desde muy diferentes perspectivas: Juan Pablo II, en Dominum et Vivificantem 11-14 y 39 ilumina la relación entre creación, Espíritu Santo y salvación. Benedicto XVI advierte de la necesidad de respetar la creación para garantizar el bien de los hombres (CV 48-49). El papa Francisco insiste en el respeto necesario por la creación (EG 215).
• El mundo no procede de la casualidad sino de una decisión de Dios (LS 77); la tierra nos es dada por Dios para cuidarla no para explotarla salvajemente (LS 67); todo lo creado tiene un valor ante Dios (LS 69); correcta relación del hombre con la creación (LS 70).
ACTUAR. Compromiso apostólico
Como compromiso individual puedo centrar mejor mi actitud ante Dios Creador y añadir a mi oración diaria una acción de gracias por ser su criatura, estar hecho a su imagen, por la creación. Otro posible compromiso podría ser modificar mi relación con la creación, si la uso inadecuadamente o con despotismo, para pasar a usarla en bien de los hombres: siendo más austero en el uso de recursos y de este modo poder emplear el dinero ahorrado para ayudar a gente en necesidad.
De este modo, cuidando la creación, estoy amando a mis hermanos. En el caso de que adore más a la creación o a las obras del hombre, como la tecnología o el arte, puedo cambiar esta actitud para reconocer al Creador de todo, trascendiendo tanto los logros tecnológicos como los artísticos o de cualquier otra índole y para ver siempre a Dios a través de ellos. Como compromiso de grupo podríamos organizar una oración o eucaristía para poder dar gracias a Dios por la creación en un lugar donde nos concienciáramos más de esta realidad como el campo.