Capítulo I - LOS ORÍGENES
Acción Católica: Expresión indeterminada
La Acción Católica surge en este contexto con una gran indeterminación, en lo que se refiere a la definición de sus componentes. En un primer momento tanto se utiliza la expresión Acción Católica para designar a la Junta Central de la Obra de los Congresos, como a la acción organizada de los católicos en una amplia variedad de asociaciones, o a una organización principal ("ordinatio princeps", según la conocida expresión de Pío XI y Pío XII) o "vía maestra" del multiforme apostolado asociado y "forma singular de ministerialidad laical" (Pablo VI y Juan Pablo II) que poco a poco adquirirá fisonomía propia hasta cuajar en las cuatro notas ya clásicas.
Durante los pontificados de Pío IX, Pío X e incluso Pío XI se mantiene la indeterminación. La denominación Acción Católica oscilaba entre el apostolado de los seglares en general y designar una asociación concreta con características peculiares.
Todavía en tiempos de Pío XII hubo una posibilidad de ampliar la denominación de Acción Católica, con una visión más comprensiva, a un conjunto más amplio de asociaciones e iniciativas del apostolado seglar, pero las circunstancias históricas que vamos a explicar habían hecho su labor y la denominación Acción Católica tuvo ya definitivamente el marchamo de unas asociaciones concretas y determinadas.
Hacia un nuevo concepto: "Participación en el apostolado jerárquico"
Es con Pío XI cuando se formula un nuevo concepto de la Acción Católica. Hasta entonces todavía se describe el campo de actuación de la Acción Católica en los amplios términos que recoge la nota 23. Pero la revolución fascista impone en Italia la unicidad de organizaciones y su absoluto control por el Partido y el Gobierno. En 1926 y 1927 el fascismo disuelve las organizaciones especializadas de la Acción Católica Italiana: scultismo, asociaciones deportivas, universitarias, etc., y en 1931 Mussolini se atreve a disolver las Juventudes de Acción Católica, provocando la reacción de Pío XI. Por fin, el 3 de septiembre de 1931 se llega a un acuerdo, al que se debe el Estatuto de 30 de diciembre de 1931 y que reduce el campo de actuación de la Acción Católica a lo estrictamente religioso y parroquial, como ocurrirá más tarde bajo el nazismo, que trató de recluir la actividad eclesial en el recinto interno de la Parroquia.
¿Qué había pasado? Pío XI, para salvar un mínimo de apostolado seglar, único posible en la Italia fascista, afirma en el Estatuto de 1931 que la Acción Católica no tiene más que el fin religioso de la Iglesia, identificándole así con el fin propio de la jerarquía. Tácticamente se ve obligado a vincular, de la manera más estrecha posible, el apostolado seglar al propio apostolado de la jerarquía, porque espera que el fascismo no se atreverá contra el apostolado jerárquico, ni osará tocar a la "niña de sus ojos".
De este planteamiento estrecho del apostolado, obligado por la situación política y que minimiza el pensamiento de Pío X y del mismo Pío XI, nace la célebre fórmula definitoria de la Acción Católica como participación en el apostolado jerárquico. Esta fórmula, tomada a la letra por canonistas y tratadistas teóricos, originará una interpretación de la esencia de la Acción Católica que no tiene justificación seria, fuera de la anécdota histórica que hemos explicado.
Pero el Estatuto italiano de 1931, Estatuto de circunstancias y minimizador, será el que inspire las Bases españolas para la Acción Católica, de 1932, y lo que es peor, el que inspire la teoría sobre la Acción Católica en los tratadistas de aquella época, como acabamos de señalar.
Hacia la "cooperación con la jerarquía en el apostolado"
Ya es hora de caer en la cuenta de cómo la fuerza de los acontecimientos ha contribuido a desarrollar una evolución en lo que es concepto básico de la Acción Católica, a saber su cooperación en el apostolado y su vinculación a la jerarquía.
El Vaticano II no habla de "participación en el apostolado jerárquico", sino de que "el fin inmediato de estas asociaciones es el fin apostólico de la Iglesia" y de "cooperación (en el apostolado), según el modo que les es propio, con la jerarquía". En otro lugar habla de "acción y directa cooperación con el apostolado jerárquico".
La expresión de la cuarta nota "actúan bajo la superior dirección de la misma jerarquía" es necesario leerla en relación con otras dos: la que sanciona la original seglaridad de la Acción Católica (nota 2) y la que indica que en estas organizaciones la jerarquía "asume una responsabilidad especial, [...].las asocia más estrechamente a su propia misión apostólica, [...] sin privar por eso a los seglares de su necesaria facultad de obrar espontáneamente". A estas alturas, la famosa expresión "manus longa", aplicada a la Acción Católica, ha quedado neutralizada y ha caído en desuso.
La Acción Católica Española
Simplificando una historia con muchos matices, podría afirmarse que, en España, la Acción Católica nace de la reorganización operada en 1926 por el cardenal Reig y Casanova (Principios y bases de reorganización de la Acción Católica Española) y bajo el influjo de la personalidad posibilista y conciliadora de Angel Herrera Oria, que fue presidente de su Junta Central en los difíciles años de la República, y la del cardenal Vidal y Barraquer, que gestionó la aprobación de las Bases de 1931.
La Juventud de Acción Católica Española, que en 1931 contaba con 200 centros y 10.000 socios, adopta el lema de piedad-estudio-acción y el método de los círculos de estudio. Cada Centro Parroquial elabora su programa anual sobre temas de fe, liturgia, moral y doctrina social católica. Para su tiempo significó una nueva catequesis juvenil, integrada con la liturgia parroquial, los ejercicios espirituales, el conocimiento del Evangelio y de San Pablo, el estudio de las encíclicas sociales, la asistencia al suburbio, la promoción de actos públicos de afirmación y propaganda y de peregrinaciones, etc.
Las Bases de 1931 (ya se ha dicho que inspiradas en las italianas) estructuran cuatro ramas de carácter unitario -hombres, mujeres, juventud masculina y juventud femenina- que, a partir de los Estatutos de 1959, constituirán la llamada Acción Católica General. Su Junta Central, integrada por seglares, propulsa una rápida expansión, basada en la formación de dirigentes mediante instituciones como la Casa del Consiliario, el Instituto Social Obrero, la Universidad Católica de Verano y la Escuela de Propagandistas Diocesanos.
Nos puede servir de pauta en esta historia de la Acción Católica Española las tres etapas descritas a continuación:
1. La Acción Católica de la preguerra civil: "Pastoral de segregación". La Iglesia replegada sobre sí misma y con mentalidad defensiva. La Acción Católica como liga de seglares para la defensa de los derechos de la Iglesia.
2. Después de 1936: "Nacionalcatolicismo". La Iglesia en el triunfalismo de la victoria y del nacionalcatolicismo. "Pastoral de autoridad". La Acción Católica busca más la presencia en todas las Parroquias, en todas las ceremonias religiosas e incluso civiles, que la formación profunda de sus miembros.
3. Desde 1950: "Pastoral de testimonio". La Acción Católica pretende encauzar el apostolado de hombres y mujeres que, inmersos en los ambientes de la sociedad, y con claros principios cristianos, influyan, con ejemplo y palabra, en la cristianización de personas y estructuras.