MAESTRO, ¿QUÉ HE DE HACER PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?
"Se le acercó uno y le dijo: `Maestro,
¿qué he de hacer de bueno para
conseguir vida eterna?" (Mt 19,16 )
Somos enviados
26. El encuentro con Cristo nos mueve a preguntarle: ¿qué quieres que haga? ¿Qué he de hacer para ser tu discípulo? Esta pregunta implica toda nuestra vida, no podemos dejar de buscar una respuesta. Como hizo con sus discípulos, Jesús también nos llama a su lado para formarnos y nos enseña para enviarnos a las demás gentes: Como el Padre me ha enviado, también os envío yo . Es ésta una tarea apasionante: Jesús quiere que seamos su instrumento para extender el Reino. El secreto para que nuestra existencia sea verdadera consiste en que no vivamos más para nosotros mismos, sino que entreguemos la vida como nos enseñó Jesucristo.
La necesidad de la formación
27. Son muchas las ocasiones en que los discípulos, desbordados por la inmensidad de lo que ven en Cristo, se acercan en la intimidad a preguntarle el significado o el sentido de lo que él dice o hace: Maestro, explícanos.
Nosotros también necesitamos saber, queremos aprender de Cristo, nuestro verdadero Maestro. Somos conscientes de que para poder amarle debemos conocerle cada vez con más profundidad. Si queremos seguir sus pasos, es imprescindible adentrarnos en sus enseñanzas. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento de él y de su doctrina, mayor será nuetro amor y deseo de santidad, y mejor podremos cumplir la misión que nos encomendó: Id y haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Nos enseña para que formemos a otros, encargo que nos sobrepasaría si no fuera porque él mismo nos forma, nos guía y nos sostiene.
Formación permanente
28. A lo largo de nuestra vida no dejamos de formarnos: si alguien cree conocer algo, aún no lo conoce como se debe conocer.Siempre hay nuevos retos a los que debemos responder de manera conveniente, por lo que necesitamos prolongar y profundizar la catequesis recibida en etapas anteriores. Hacemos nuestra la idea de que cuanto más nos formamos, más sentimos la exigencia de proseguir y profundizar tal formación.
Buscamos en todos los momentos de nuestra vida los cauces más adecuados para atender esa necesidad de formación. Y sin dejar nunca la lectura asidua de la Sagrada Escritura, nos esforzamos por conocer de forma sistemática y vital la fe que profesamos, mediante cursos, lecturas y el seguimiento de métodos de pedagogía activa.
Puesto que no siempre nos resulta fácil discernir lo que es acorde con la sana doctrina, o alcanzar la comprensión de lo que la Iglesia y el mismo Cristo nos enseñan, organizamos y asistimos a cursos, conferencias, mesas redondas. Estos momentos nos sirven para conocer la doctrina católica en temas de actualidad y la situación que vivimos. Y en la medida de nuestras posibilidades nos adentramos en el estudio de la Filosofía y la Teología.
Formación para la unidad de vida
29. Como laicos cristianos nos esforzamos por vivir coherentemente nuestra fe, sin dobleces ni disimulos. Todos los momentos son ocasión para ejercitarnos en la fe, la esperanza y la caridad. En todos los ambientes somos testigos de Cristo, luz del mundo. Así, la difusión del Evangelio será capilar, y llegará hasta los últimos rincones del mundo. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.
Para vivir en esta unidad de vida, nos esforzamos por cultivar todo el conjunto de virtudes humanas y cristianas que arraigan en el Evangelio, como la gratuidad, la disponibilidad, la paciencia, el sacrificio, la corresponsabilidad, la pobreza...
30. La gratuidad en el encuentro con las personas tanto del grupo en que nos integramos como con el resto de la gente manifiesta nuestra caridad. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis.¿Cómo vivirla?
Vivimos la gratuidad ofreciéndonos totalmente sin pedir nada a cambio, como somos; acompañando, escuchando, dedicando tiempo a los demás, hasta conseguir tener verdadero gusto por el trato con la gente, aceptándolos tal y como son.
31. La gratuidad en la entrega exige con frecuencia el sacrificio: El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Nos capacitamos y comprometemos a vivir la misma caridad de Cristo en todas las actitudes y comportamientos de nuestra vida. Pese a las dificultades, estamos llamados a una entrega fiel, a veces heroica, apoyados en la gracia de Dios.
La Acción Católica, de la que formamos parte activa y con cuyo pasado nos sentimos vinculados, no ha tenido miedo de enseñar el amor al sacrificio, contemplado a la luz de la cruz, de Cristo crucificado, que nos redimió a costa de su sangre.
La coherencia con que queremos vivir nuestra fe requiere que estemos preparados para aceptar con alegría, tanto los sufrimientos y sacrificios que se nos pidan, como los que voluntariamente queramos ofrecer para completar en nuestra carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia.
32. En la Iglesia vivimos la fraternidad, vivimos unidos, compartimos nuestro caminar. Como seguidores de Cristo, queremos ayudarnos mutuamente a llevar nuestras cargas, sobrellevándonos unos a otros y perdonándonos mutuamente si alguno tiene queja contra otro. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo.
El propio Jesucristo nos explica cómo debemos corregir a aquél que vemos flojear en sus obras o palabras: privadamente primero, en compañía de otro si no nos escucha, o incluso públicamente si aún así no nos prestara la atención debida. Es así porque nos sentimos responsables los unos de los otros, nos importa la vida, la felicidad de los que comparten nuestras inquietudes.
La corrección fraterna es también toda una manifestación de caridad con el prójimo. Por eso nos ofrecemos a ayudar, a aconsejar y a guiar a nuestros compañeros de camino en aquello que podamos. Del mismo modo, aceptamos agradecidos que otros realicen esa preciosa labor con nosotros, con una sincera actitud de humildad.
33. La disponibilidad requiere ser generoso con nuestra propia vida, estar presto al sacrificio si es necesario, y sentirse responsable hacia los demás, vivir la caridad con ellos, ver en ellos el rostro de Cristo. Al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. También está íntimamente ligada al celo apostólico y a la diligencia. María Santísima es un ejemplo de disponibilidad plena ante la llamada divina: He aquí la esclava del Señor.
Buscamos vivir la comunión y el servicio a los demás mediante una actitud que nos prepara para hacerlo antes de que llegue la ocasión, esperando que llegue ese momento para poder colaborar. Estar siempre disponibles es síntoma de que progresamos en el camino que Cristo nos propone.
Asumir responsabilidades o cargos es una estupenda vía para manifestar esa disponibilidad, prestando el servicio para el que seamos llamados con entusiasmo y alegría, pensando siempre en el bien de los demás. Y tenemos en la mayor estima a las personas que aceptan responsabilidades.
34. Jesús, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza. Cuánto nos enriquece reconocer que todo es un don divino, que somos ricos por el simple hecho de haber nacido, y que somos meros depositarios de nuestras capacidades, nuestros bienes y posesiones. Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.
Hacemos de la pobreza evangélica todo un estilo de vida que supone vivir sobriamente, sin apego a las cosas ni a su acumulación, compartiendo con desprendimiento los talentos que Dios nos ha dado, nuestro tiempo, nuestra riqueza.
Testimonio individual
45. Cristo es nuestro modelo: Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús . Es la imagen de la vida del cristiano. Él vivió pobremente, sufrió con mansedumbre la persecución y la muerte en cruz, demostró en todo momento su amor por los que le afrentaban. Jesús nos dejó el mandamiento del amor fraterno y las bienaventuranzas como expresión clara de una vida agradable al Padre .
46. En la medida en que se nota en nosotros la transformación que viene de la experiencia de Dios, somos testigos auténticos de Cristo. No nos avergonzamos de decir que somos cristianos y estamos dispuestos a anunciar explícitamente a todo hombre: ¡Dios te ama, Cristo ha venido por ti; para ti Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida! .
47. Todas las circunstancias nos invitan a vivir como discípulos de Cristo, todo lo hacemos "en el nombre del Señor Jesús":
- la vida familiar. Empecemos a cuidar especialmente nuestras familias, para que Cristo esté siempre presente en ellas. Será para nosotros, además, ocasión para cultivar actitudes como el servicio, la humildad, la caridad, la obediencia, etc.
- el estudio y el trabajo, donde nuestra responsabilidad, alegría y dedicación son muestra de nuestra vida unida a Dios.
- los amigos y los momentos de ocio, que no son un paréntesis en nuestro ser cristianos, sino un momento privilegiado para compartir con otros la nueva vida en Cristo.
- las circunstancias excepcionales en la vida, enfermedades, pérdida de algún ser querido, injusticias... donde se manifiesta nuestra verdadera esperanza.
- los más pobres, donde Cristo se nos muestra especialmente cercano.
- los jóvenes que no creen, que incluso se oponen a Dios, a los que Jesús también llama a seguirle. En ocasiones no podemos más que mostrarles nuestra fe y alegría, pero otras veces nos piden la razón de nuestra esperanza.
Apostolado asociado
48. Muchas veces nos sentimos impotentes ante las circunstancias y nos vemos débiles. Como en tantas otras esferas de la vida, también como cristianos necesitamos unirnos a otros hombres y mujeres. Dentro de nuestras comunidades nos sentimos apoyados para llevar una vida cristiana coherente.
El vivir la fe junto a otras personas es siempre un acicate, un empuje continuo y una escuela donde unas generaciones enseñan a otras. Además, toda agrupación de cristianos es signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo. En el momento actual, en el que hay divisiones, nuestro apostolado asociado como seglares es especialmente necesario.
El trabajo en equipo, donde cada uno aprende a llevar su parte de decisión y responsabilidad, es importante en el apostolado asociado. Detrás de cada obra no hay un "yo", sino un "nosotros" El trabajo en una asociación supone para cada uno un compromiso estable, en el que vamos creciendo progresivamente, y que nos lleva de manera natural a una mayor disponibilidad y ardor apostólico. En el día a día de la asociación tenemos ocasión de crecer en fidelidad, obediencia, paciencia y constancia. de forma que el apostolado sea más eficaz.
En nuestro equipo de revisión de vida, las reuniones de centro, los retiros mensuales, las reuniones de dirigentes, los diversos encuentros diocesanos, expresamos y vivimos con alegría nuestro compromiso asociativo.
Sabemos que nuestro camino en el compromiso cristiano y en la asociación necesita tiempo y maduración, por lo que asumimos un período necesario de iniciación. Como militantes, también nos preocupamos de la trayectoria de los demás y nos sentimos especialmente interpelados por la iniciación de otros cristianos en el camino asociativo de la Acción Católica. El campo de la iniciación es uno de los más necesarios y exigentes para todos los militantes.
Sentido de Iglesia
49. Como militantes de Acción Católica, estamos llamados a participar de una forma especial en la vida de la Iglesia, nuestra madre, asumiendo su fin apostólico. Estamos unidos estrechamente a la Jerarquía, según el modelo de los "hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Señor".
50. Nuestra vinculación a la Iglesia se manifiesta en un peculiar "sentido de Iglesia", que es el carisma con el que el Espíritu Santo nos ha distinguido y que se concreta de diversas maneras :
Nada de lo que sucede en la Iglesia nos es ajeno. Nos afectan sus virtudes y defectos; nos interpelan todas sus necesidades; nos duelen los ataques que recibe. Cuando hablamos de "sentido de Iglesia" hablamos de algo que afecta a todo nuestro ser, no sólo nuestro pensar o actuar, sino también nuestro propio sentir, nuestro querer.
Nos sentimos especialmente vinculados al obispo de nuestra diócesis y cultivamos en nosotros la obediencia y la fidelidad hacia él como el que representa a Cristo en nuestra diócesis.
El amor a la Iglesia nos impulsa a conocer mejor su vida y su historia, para ser hijos cada vez más fieles y vivir insertos en su Tradición.
Estamos llamados a ser "fuerza de comunión intraeclesial", trabajando por la unidad de la Iglesia. Es importante mantener una fraterna colaboración con todos los que trabajan en la parroquia y la diócesis, aunque no compartan nuestra opción por la A.C. Con ellos establecemos un diálogo fraterno y una ayuda recíproca, para que cada don particular sea valorado y orientado al bien común, a la unidad de la Iglesia.
El compromiso apostólico
51. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso... No hay lugar para el ocio: tanto es el trabajo que a todos espera en la viña del Señor . Si permanecemos en el amor que Cristo nos ha comunicado, desearemos colaborar según nuestras capacidades en una tarea que sea para nosotros la expresión concreta de la correspondencia al amor de Cristo. Aunque ser cristianos ocupa toda nuestra vida y nuestro tiempo, necesitamos tener un compromiso concreto de trabajo por el Reino de Dios.
Cada uno debe discernir el campo más adecuado según sus aptitudes, su situación presente y su formación. Pero estemos seguros de que siempre hay alguna tarea a la medida de nuestras facultades. ¡Es tanto el trabajo en la Viña del Señor! En la fatiga de un compromiso estable asumimos la tarea y la alegría de trabajar en la construcción de la Iglesia. Este compromiso interpela a nuestra fe a ser cada día más verdadera y coherente y, al mismo tiempo, nos pide que nos preocupemos de la fe de nuestros hermanos.
Según la adecuada jerarquía de valores, no dudamos en ofrecer nuestro tiempo para el trabajo apostólico en los campos donde podemos dar fruto.
La tarea que asumimos como compromiso apostólico implica siempre una programación y una revisión atenta y periódica, que nos ayudan a mejorar y a no caer en la rutina y la ineficacia.
Comprometidos en la Iglesia
52. Podemos comprometernos en tareas propiamente eclesiales, especialmente en el ámbito de la parroquia. Dos campos preferentes son los jóvenes y la atención a las necesidades de nuestro barrio; esto nos abrirá al trato con alejados.
Es importante que los seglares valoremos los ámbitos que nos son propios dentro de la comunidad eclesial: los consejos pastorales y económicos, la asistencia desde Cáritas, la animación litúrgica, las cuestiones administrativas, la catequesis, la redacción y dirección de periódicos y revistas religiosos...
Nuestra colaboración en este campo enriquece a la Iglesia y es una ayuda eficaz para que los pastores puedan dedicarse con preferencia a sus tareas específicas que sólo ellos pueden llevar a cabo.
53. Hemos de valorar cada vez más el servicio que se realiza para la Iglesia y para la asociación cuando uno asume cualquier cargo de dirigente, tanto en el centro parroquial como en el Consejo Diocesano. Las diversas tareas o cargos (responsables de equipo, vocales, tesoreros, presidentes...) son maneras de servir, en la asociación, a la Iglesia y a los hermanos.
Comprometidos en el mundo
54. No podemos restringir nuestra experiencia de fe a cumplir un servicio eclesial y asociativo. Lo propio del seglar es estar insertado en el mundo y en sus problemas, donde también Cristo quiere estar presente. Cristo tiene derecho a entrar en todas partes .
No existe oposición entre el seguimiento de Cristo y el cumplimiento de las tareas propias de nuestra condición "secular". Por el contrario, la fidelidad al Evangelio sirve también para mejorar las instituciones y estructuras terrenas. Nada de lo que preocupa al hombre debe ser extraño al militante de A.C.
No nos refugiamos de modo insolidario en nuestros grupos eclesiales, sino que estamos presentes y activos en los problemas del mundo, atentos a dar respuesta a las necesidades e interrogantes que se nos plantean, como seglares adultos en la fe.
Por eso, campos muy necesitados de un compromiso generoso por nuestra parte son todos los que afectan al hombre de hoy:
55. Promover la dignidad de la persona es reconocer en ella la presencia de su creador y más ardiente amante,que exalta el valor de la humanidad haciéndose hombre él mismo.
Respetamos, defendemos y promovemos desde nuestros centros de A.C. y, concretamente, desde nuestros compromisos personales o de grupo, los derechos de la persona humana, especialmente el derecho a la vida en cualquier momento de su desarrollo y cualquiera que sea la condición de la persona. Buscamos modos de hacerlos realidad allá donde nos encontramos.
56. La familia es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor, en la que el hombre nace y crece. Quiso Dios que su hijo viniera a través de una familia y que permaneciera en ella la mayor parte de su vida en la tierra. La Sagrada Familia es icono y modelo de toda familia humana y a ella debemos volver la mirada para imitarla. La familia es iglesia doméstica, y en ella se aprende, antes que en cualquier otro sitio, a conocer y amar a Dios. El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos.
La importancia de la familia nos urge a formarnos y a formar a otros, ya desde jóvenes, en todo lo que afecta al noviazgo y matrimonio: sexualidad, paternidad y maternidad responsables, educación de los hijos, solidaridad con familias en situaciones difíciles...
57. Jesús está en los más necesitados, los pequeños, los humildes. Lo que a estos hagamos, a él se lo hacemos. Ellos, sin lugar a dudas, son sus predilectos y así los hemos de ver, amándolos de forma muy especial. Nuestro amor al prójimo es la medida de nuestro amor a Dios.
Estamos atentos a todas las necesidades del ser humano en una actitud constante de generosidad y una esmerada atención a los más pobres material o espiritualmente; a los marginados por la sociedad y a los que necesitan comprensión, compañía, amor...
Para llegar a vivir esta entrega a los demás, hemos de aprender también la austeridad y el desprendimiento de Cristo, que entrega la vida no sólo en la cruz sino en cada uno de los caminos y de los pueblos por los que pasa.
58. Sociedad y cultura. Todos somos destinatarios y protagonistas de la política, la economía, la vida social y la cultura, destinadas a promover el bien común. No podemos prescindir de todo ello, ni ignorarlo. No nos es lícito, en ningún caso, ausentarnos de estos campos. También Cristo quiere habitar ahí y poner estos campos al servicio del hombre.
No podemos renunciar a proclamar nuestro mensaje en la cultura y las culturas, a través de su creación y difusión: la educación, la investigación científica y técnica, la creación artística, los medios de difusión. La ruptura entre evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo. Los cristianos tenemos mucho que ofrecer al mundo, tenemos al que es la Verdad, la Vida y el Camino, tenemos la respuesta a todas las esperanzas humanas
Impulsamos desde nuestros centros cualquier tipo de presencia y testimonio cristiano en estos ámbitos rompiendo con la idea de que son campos inaccesibles para nosotros, o de que la estructura que los mantiene va a acabar con cualquier iniciativa cristiana dentro de ellos. Nuestro compromiso puede ser muy variado: asociaciones de alumnos, de vecinos, de padres; sindicatos, cooperativas; asociaciones culturales, agrupaciones de profesionales de cualquier sector, ONGs ...
Dada la dificultad y el reto que supone trabajar en cualquiera de estos campos, la Iglesia nos ayuda con su doctrina social, que procuramos conocer y poner en práctica.
Nos interesamos por el mundo de la cultura, promocionando y participando activamente, en la medida de nuestras posibilidades, en la manifestación de una cultura de raíces cristianas, en el mundo de la literatura, el cine, el teatro, la pintura, la música, etc.
Confianza en Dios
59. Sabemos que nuestro mundo está necesitado de una Nueva Evangelización, que pide urgentemente nuevas formas y métodos que rompan el muro de la indiferencia y de una falsa tranquilidad e impulsen la fe sumida en ocasiones en la rutina y la superficialidad. Por eso queremos convertirnos cada día más a Cristo para poderlo comunicar luego a los hermanos, transmitiendo lo que vivimos.
Sin embargo el interés por el apostolado puede correr el riesgo de convertirse en una frenética sucesión de compromisos, en un mero activismo, casi como si la salvación del mundo dependiese de lo que nosotros hagamos. Recordemos que Dios ya ha salvado al mundo y actúa en él. Permanezcamos tranquilos y confiados: él nos dará la fuerza necesaria cuando la nuestra flaquee. Aunque aparezcan el cansancio y el desánimo, no nos dejamos llevar por ellos, pues sabemos que el evangelizador "soporta las fatigas como buen soldado de Cristo Jesús" apoyado en el mismo Señor, pues sin él no podemos hacer nada.