Regla de vida de la Acción Católica General de Madrid

 

 


 
 
Presentación

1. Nuestra historia de relación con Dios, de respuesta a su amor, es un camino largo, arriesgado, recorrido junto a otros, con avances y retrocesos, luces y sombras, dudas y certezas. Un camino en el que poco a poco nuestro corazón es llevado a permanecer en Dios.

Nosotros hemos decidido recorrer ese camino en el seno de la A.C.G. Ser militante de A.C. es una gracia que Dios nos ha concedido, un camino que se nos ha ofrecido y que nos conduce a ser discípulos de Cristo, a responder a su llamada de amor. Ser militante es aceptar y hacer propio un proyecto de vida, un estilo definido en nuestras cuatro notas de identidad y que esta regla de vida quiere concretar.

2. Nuestra regla de vida quiere ser una guía en ese camino, un apoyo para nuestra debilidad a la hora de recorrerlo en lo concreto de nuestra vida cotidiana, en nuestro quehacer en el mundo. Con ella podremos confrontar nuestra vida como cristianos, como militantes de A.C. y orientar nuestro ser hacia la santidad de vida a la que todos estamos llamados.

En ella encontraremos indicaciones para ir ordenándonos hacia nuestro fin. Indicaciones que orientan pero que nunca se imponen, que nos enseñan a ser fieles respetando la libertad de cada uno.

La regla de vida que ahora se presenta no es un fin, es simplemente un instrumento válido que nos ayuda a no torcer el renglón. Para que sea útil hay que decidirse a escribir. En ella más bien se nos muestra la meta: Permanecer en el amor de Dios.

Una estructura concreta

3. Cuando uno se ha encontrado con Jesús, surgen muchas preguntas, como ocurre en los evangelios: Gente que ha oído hablar de Cristo y se le acerca, que ya le conoce y quiere saber algo más de él, que se interesa por sus palabras y pide que se las explique, que de modo aparentemente fortuito se encuentra con él. También nosotros tenemos algunas inquietudes que le presentamos al Señor: Maestro, ¿dónde vives?; Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?; Maestro, enséñanos a orar.

Estas tres peticiones son las que guían nuestra regla de vida que consta, por ello, de tres partes.

4. Maestro, ¿dónde vives? Ese es el primer paso para entablar una relación con alguien: saber dónde podemos encontrarlo para ir en su busca. Nuestro corazón está buscando a Dios pero con el desconcierto que hay a nuestro alrededor, con tantas llamadas a las más variopintas propuestas, no es fácil discernir el lugar en el que Dios habita.

5. La respuesta a nuestra primera pregunta será un Venid y lo veréis . Cristo nos invita a ser sus discípulos. Ya le hemos visto, le hemos escuchado, hemos compartido con él momentos de nuestra vida y hemos oído palabras verdaderas que hablaban de vida eterna y de un Reino que vendrá y colmará todos nuestros deseos de felicidad. Creemos en él y en sus promesas, por eso ahora nuestra pregunta es: ¿qué he de hacer para heredar esa vida eterna que vienes a ofrecernos?

La amistad con Cristo nos abre unas perspectivas de plenitud que no podíamos imaginar y por esta razón es necesario poner en juego toda nuestra vida, entregarle lo poco que somos, para que él nos transforme y nos haga capaces de hacer obras grandes, mayores incluso que las realizadas por él en la tierra .

6. El discípulo, como Jesús, ora y nunca pierde su relación íntima con el Padre y el Espíritu que habita en él y le mueve a actuar. Hallamos a Jesús apartándose de la multitud y buscando la soledad y el silencio para orar y encontrarse con su Padre. El discípulo también descubre en él esa misma necesidad de oración, de mayor intimidad con aquel que le da la vida. Maestro, enséñanos a orar porque nosotros no sabemos. Esta es la súplica que le dirigimos al Señor. Ya sabemos donde vives, sabemos incluso lo que quieres que hagamos. ¡Ven en nuestra ayuda para que podamos llevarlo a cabo, muéstranos tu amor, enséñanos más cosas sobre ti! ¡Así, conociéndote te amaremos más y amándote a ti, amaremos todo lo que tú amas, estaremos en comunión contigo y permaneceremos en tu amor! ¡Muéstranos cada vez más tu Verdad y hazla vida en nosotros!

Una tarea personal e irrenunciable

7. Dentro de cada una de estas partes hay unas motivaciones generales y, en algunos casos, pautas más concretas que orientan los compromisos de nuestro estilo de vida, y que hemos señalado especialmente en el texto (con dos barras en el margen). Sin embargo, no podemos buscar aquí un plan exhaustivo de lo que ha de ser nuestra vida en la familia, el estudio, la parroquia, el centro, el mundo, nuestro trabajo... porque no lo vamos a encontrar.

No hay recetas en estas páginas. Hay, más bien, exhortaciones a profundizar en los diversos aspectos de la vida cristiana y de nuestra identidad de A.C., y criterios para confrontar nuestra vida y examinar en qué medida está llena del amor de Dios.

Consideramos fundamental tener en cuenta en todo momento que las indicaciones que se dan aquí son generales. A partir de ellas es necesario ir trazando, junto a otra persona que nos guíe, el propio itinerario espiritual para ir descubriendo lo que el Señor quiere.

8. Aquí sin duda está el secreto de la regla de vida. Un proyecto y un estilo que los miembros de A.C.G. de Madrid nos proponemos y que cada uno particularmente ha de madurar ayudado por quien está un poco delante de nosotros en el camino de la fe.

Nadie nos impone unas normas. Nosotros hemos visto la necesidad de concretar todo lo que queremos vivir en nuestros centros. De esta necesidad ha surgido la regla de vida.

Punto de partida

PUNTO DE PARTIDA
Dios nos amó primero

9. Es Dios el que ha dado el primer paso y se ha acercado a nosotros. Nos ha creado y nos ha buscado por todos los caminos. Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás?

A pesar de nuestros menosprecios y desatenciones, él nunca se ha olvidado de nosotros, estamos eternamente presentes en él. ...Yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada.

Esa intuición del amor de Dios vive en nuestro corazón, está tan dentro de nosotros que, aunque a veces es difícil expresarla, no podemos deshacernos de ella tan fácilmente. Había en mi corazón algo así como fuego ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía.

En un momento de nuestra vida, su palabra se hace mucho más nítida, se nos acerca y nos dice: Conviene que hoy me aloje en tu casa.

Se acerca y nos habla

10. ¿Quién es el que viene a mi encuentro y me pide un sitio en el que alojarse? Queriendo Dios hacerse escuchar y comprender por los hombres, vino él mismo a la tierra: Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros .

Ya no buscamos a Dios a oscuras como guiados por un presentimiento, sino que ahora por medio de la confianza de la fe, respondemos a ese Dios que se nos revela. Más accesible para unos, más escondido para otros, la presencia de Cristo en el mundo y en nuestras vidas es una luz que quiere iluminar toda la existencia.

Cristo resucitado quiere morar en nosotros, lo descubrimos como aquél que nos amó hasta el extremo de dar su vida por nosotros, sin reservarse nada para él, invitándonos a reconciliarnos con él gracias a su perdón, prometiendo no abandonarnos nunca.

Dios mismo se hace el encontradizo y sus pensamientos para nosotros son pensamientos de paz y no de desgracia, de daros un porvenir de esperanza. No viene a traer desventuras ni desastres, no viene a molestar o importunar, sino a dar plenitud a nuestras vidas, a sanar los corazones enfermos, a dar respuesta a nuestros deseos de felicidad que él, como nuestro creador, conoce muy bien.

Nos pide una respuesta

11. Él se acerca y nos hace un ofrecimiento. Nuestra respuesta de fe ante el amor de aquél que se ha despojado de su rango de Dios y ha entregado su vida por nosotros, se hace de una vez y para siempre. Pero a lo largo de nuestra vida, a cualquier edad, hay que atravesar horas de duda, de desánimo, de oscuridad; aunque siempre hay un camino al que retornar: crecer en Dios hacia un amor más grande, más puro, más limpio; adentrarse en él y permanecer en su amor.

Nosotros, como bautizados, confirmados y militantes de A.C., hemos emprendido este camino, y, aunque en nuestro interior a veces no veamos esa gran luz de Cristo, y más bien nos parezca un pequeño resplandor; aunque nos veamos del todo incapaces de acercarnos a ese Dios tan grande y tan lleno de amor, incapaces de renunciar a tantas cosas a las que estamos apegados, surge una pregunta desde lo más profundo de nuestro ser, que poco a poco va abriéndose camino y que le dirigimos a quien ha querido morar en nosotros: ¿Qué esperas tú de mí?

Ya no podemos seguir viviendo del mismo modo. Cristo irrumpe en la historia de la humanidad y en la de cada uno en particular. Ya no podemos vivir como si nada hubiera pasado. A nuestra muchas veces temerosa pregunta, Cristo nos propone un firme y decidido Sígueme . Es la invitación a comenzar un camino de seguimiento.

¿Yo, discípulo?

12. Podemos optar por muchos caminos, pero hay uno más estrecho por el que Cristo nos invita a avanzar rompiendo con cualquier otra alternativa. Se trata de hacer una opción por el Camino, la Verdad y la Vida.

Sorprende descubrir cómo, a medida que avanzamos, el temor desaparece y descubrimos que realmente podemos cambiar, aun cuando esa posibilidad nos parecía del todo remota. Para nosotros eso es imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible.

13. A quien se ha dejado seducir por la grandeza del amor de Dios, se le propone el camino que conduce a una meta ciertamente desconcertante desde el punto de vista humano, se le pide que sea perfecto como nuestro Padre es perfecto.

¿Quién podrá silenciar esa llamada sublime a la santidad perfecta, sustituyéndola por otras metas más "razonables", más "a nuestro alcance"?

La pregunta que hemos de plantearnos ahora cada uno, especialmente si, como decimos, somos militantes de A.C., es: ¿Llegaré yo también a tal entrega de mí mismo? ¿Escucharé la llamada de Cristo que se dirige a mí como a cada ser humano: ¡Ven y sígueme!?

Sí, a pesar de las dificultades

14. Es posible que, en nuestro afán de seguir a Jesucristo, el desánimo se convierta en uno de los peores enemigos. Sin embargo, tenemos la certeza de que inquietándose nadie puede añadir ni un solo día a su existencia... No se turbe tu corazón ni se acobarde.

Los miedos y las ansiedades son profundamente humanos, pero pueden llegar a mermar la confianza de la fe. El Señor nos invita muchas veces en el evangelio a confiar y no temer. Cada uno ha recibido los dones necesarios, y los dones del Espíritu Santo nunca se agotan. El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Él nos hace conformes a Jesús, capaces, por lo tanto, de una relación fiel con el Padre. Él inspira, sustenta y guía cada uno de nuestros pasos.

Cristo no ha venido al mundo para condenarlo, sino para que toda persona se salve. Respetando nuestra libertad, nos pide nuestro consentimiento, nuestro sí, nuestro fiat.

Sí, como María

15. Espera el mismo sí rotundo que un día una joven de Nazaret le ofreció. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor! Se llamaba María. Es nuestro ejemplo y guía en el camino, a veces oscuro, de la fe; modelo de todo aquél que quiere crecer en el amor de Dios. Ella nos señala el camino y nos da ánimos para recorrerlo, acudiendo a nuestro lado incluso cuando no nos quedan fuerzas para llamarla.

Maestro, ¿Dónde vives?

MAESTRO, ¿DÓNDE VIVES?

"Volviéndose Jesús y viendo que lo seguían,
dijo: '¿Qué buscáis?' Ellos le dijeron:
'Rabí (que significa maestro),
¿dónde vives?'" (Jn 1, 38 )

16. Cuando los dos discípulos de Juan se cruzaron con Jesús, se sintieron atraídos por él. Sin duda Jesús no era como los demás. Juan ya les había dicho que era el Cordero de Dios, y había algo en él que lo hacía diferente a todo lo que conocían. Esa primera emoción es la que les hace acercarse y preguntarle: Rabí, ¿dónde vives?

Les impulsa quizás cierto interés y también la curiosidad. Jesús, por su parte, no se dedica a explicarles nada, simplemente les invita a que compartan con él el lugar donde vive. 'Venid y lo veréis' Fueron, vieron donde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima.

Es la misma pregunta que nosotros, al encontrarnos con Cristo, le dirigimos, fruto de nuestra curiosidad, de nuestro interés por algo que arde en nuestro corazón y que no sabemos muy bien de dónde viene. Fruto también de lo que hemos oído contar de él. Y la respuesta de Cristo sigue siendo la misma: Venid y lo veréis. No lo leáis ni lo escuchéis solamente, vividlo y tened vosotros mismos la experiencia. Si tenemos la dicha de acercarnos a él y aceptar su invitación a ir y ver con los propios ojos, también nosotros recordaremos, como Juan, la hora exacta de cuando sucedió.

17. Con esta misma pregunta queremos comenzar esta regla de vida. Maestro, ¿dónde vives? ¿Dónde encontramos hoy a Cristo, el Hijo de Dios? ¿Dónde podemos tener experiencia de Dios? Dos mil años después de su venida a la tierra, ¿es posible para nosotros hallarlo y tener esa vivencia?

Nuestra madre la Iglesia

18. De acuerdo con una elocuente expresión de San Agustín, 'Cristo ha querido crear un lugar en el que sea posible a todo hombre encontrar la vida eterna."

La Iglesia es ese espacio en el que Cristo se hace presente entre los hombres a través de los siglos. Ella es el lugar que Dios nos ha dejado para vivir su vida, hasta llegar a estar en comunión con él y con aquellos con los que él está en comunión. Por eso podemos afirmar: si alguno mira a la Iglesia, mira verdaderamente a Cristo. Sin embargo, sabemos que a veces esa imagen está empañada por el pecado de los que somos cristianos.

Los sacramentos

19. La certeza de la fe nos dice que Cristo nunca se aleja de nosotros, sino que se hace presente en la Iglesia, sobre todo en la vida de los sacramentos. La vida de Cristo se comunica a los creyentes, que se unen a Cristo, muerto y glorificado, por medio de los sacramentos de una manera misteriosa pero real.

Los sacramentos, para los que hemos sido seducidos por Cristo, no son premios ni regalos por nuestro buen trabajo, sino fortaleza y amor. Con nuestra colaboración, los sacramentos logran el milagro de transformarnos en hombres nuevos, asemejándonos cada vez más a Cristo. Hacen posible que nuestro primer encuentro con Jesús perdure en el tiempo y no se base ya en mera curiosidad o nostalgia.

El hecho de que Cristo nos comunica su vida en los sacramentos aparece claramente en el caso del Bautismo, la Penitencia y la Eucaristía.

Bautismo

20. El que crea y sea bautizado, se salvará.

Por el Bautismo, la Iglesia nos ofrece la vida nueva en Cristo, una vida nueva e inmortal: la de los hijos de Dios. Somos llamados a participar de la vida de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

La fe en Cristo y el Bautismo nos hacen miembros del Pueblo de Dios, un pueblo cuya cabeza es Jesús, el Hijo de Dios, cuya ley suprema es el amor, cuya misión es ser sal y luz para el mundo y cuyo destino es el Reino de Dios.

21. Como bautizados participamos de la dignidad de "ser en Cristo". Aquí basamos el respeto a nosotros mismos y a los demás. No os pertenecéis... Glorificad por tanto a Dios en vuestro cuerpo.

Todo nuestro comportamiento quiere manifestar nuestro ser más íntimo: somos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo. Hacemos todo en el nombre del Señor, en su voluntad, en su presencia. Nada hay de lo que hacemos, pensamos y sentimos que sea ajeno a nuestro Dios, que no nos ha dado un espíritu de esclavos sino de hijos, que nos hace clamar ¡Abbá, Padre!

Para mantener viva nuestra dignidad de hijos de Dios, nos ayuda el examen de conciencia diario, que busca la revisión de la jornada, intentando encontrar las huellas que Dios ha ido dejando, descubriendo su paso en nosotros, y, a la vez, examinando nuestra respuesta a tanto amor como se nos ha dado. Este examen podemos hacerlo al final del día o en otro momento de la jornada.

Reconciliación

22. El Bautismo es el primer y principal sacramento de encuentro con Cristo que borra en nosotros todo pecado. Cuando no somos fieles y nos alejamos de Dios, tenemos un "segundo bautismo", el sacramento de la Reconciliación. A través de él, después de reconocernos pecadores, nos reconciliamos con Dios y con la Iglesia.

Eucaristía

23. La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida de la Iglesia, es el centro vital de todo cristiano. En ella Cristo permanece de forma real, actualizando cada día su sacrificio de amor y su gloriosa resurrección para nosotros. El nos espera allí. Es el lugar privilegiado en el que encontramos a Cristo.

Junto a los santos

24. No pensemos que los lugares en los que hoy encontramos a Cristo son menos reales que si le viéramos cara a cara, como pudieron hacer sus contemporáneos. A sus coetáneos no les resultó fácil encontrar en Jesús de Nazaret, un hombre como todos los demás, con su familia, sus amigos y su historia concreta, al Mesías, a Dios mismo hecho hombre. Nosotros tenemos toda la vida de la Iglesia llena de santos, de hombres que aceptaron y amaron a Cristo profundamente aun sin verle con sus ojos. Ellos nos señalan también la Iglesia y sus sacramentos como los lugares en los que encontraron a Dios, en donde, no sin dificultades, lograron mantener una relación fiel, entrañable y profunda con Dios. Con su vida nos enseñan si queremos aprender: ¡fiémonos también de ellos y vivamos en su amistad y comunión!

Conozcamos la vida y las obras de los santos que nos estimulan y ayudan a vivir como testigos de Cristo en el mundo. En ellos descubrimos a personas concretas que en su vida normal se dejaron transformar por Cristo e hicieron obras grandes por amor a él.

Cristo en el mundo

25. En medio de vosotros está uno a quien no conocéis

La Iglesia vive en sus miembros, en sus hijos, en aquellos a quienes ha regalado la fe y el Bautismo. Pero el mundo fue creado en orden a la Iglesia y, aunque nos parezca alejado de Dios, los cristianos podemos descubrir en él, con los ojos de la fe, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios. Reconocer estos signos, interpretarlos y hacerlos fructificar es nuestra tarea.

Del mismo modo que en la Iglesia conviven la santidad y el pecado de sus hijos, así también en el mundo se encuentran, arrimados el uno al otro y a veces profundamente entrelazados, el mal y el bien, la injusticia y la justicia, la angustia y la esperanza.

Partimos de la convicción de que Dios ama todo lo que existe. En el mundo también habita él, o, al menos, también quiere habitar. Su presencia aquí está velada por el pecado de la humanidad que en muchos casos vive ajena a la voluntad de Dios. Por eso es tan necesario que hagamos más patente esta presencia. Es una presencia en semilla que reclama nuestra atención y nuestros cuidados, para que llegue a crecer y a desarrollarse como el salvador desea.

Maestro, ¿Qué he de hacer para heredar la vida eterna?

MAESTRO, ¿QUÉ HE DE HACER PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?

"Se le acercó uno y le dijo: `Maestro,
¿qué he de hacer de bueno para
conseguir vida eterna?" (Mt 19,16 )

Somos enviados

26. El encuentro con Cristo nos mueve a preguntarle: ¿qué quieres que haga? ¿Qué he de hacer para ser tu discípulo? Esta pregunta implica toda nuestra vida, no podemos dejar de buscar una respuesta. Como hizo con sus discípulos, Jesús también nos llama a su lado para formarnos y nos enseña para enviarnos a las demás gentes: Como el Padre me ha enviado, también os envío yo . Es ésta una tarea apasionante: Jesús quiere que seamos su instrumento para extender el Reino. El secreto para que nuestra existencia sea verdadera consiste en que no vivamos más para nosotros mismos, sino que entreguemos la vida como nos enseñó Jesucristo.

La necesidad de la formación

27. Son muchas las ocasiones en que los discípulos, desbordados por la inmensidad de lo que ven en Cristo, se acercan en la intimidad a preguntarle el significado o el sentido de lo que él dice o hace: Maestro, explícanos.

Nosotros también necesitamos saber, queremos aprender de Cristo, nuestro verdadero Maestro. Somos conscientes de que para poder amarle debemos conocerle cada vez con más profundidad. Si queremos seguir sus pasos, es imprescindible adentrarnos en sus enseñanzas. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento de él y de su doctrina, mayor será nuetro amor y deseo de santidad, y mejor podremos cumplir la misión que nos encomendó: Id y haced discípulos a todas las gentes... enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Nos enseña para que formemos a otros, encargo que nos sobrepasaría si no fuera porque él mismo nos forma, nos guía y nos sostiene.

Formación permanente

28. A lo largo de nuestra vida no dejamos de formarnos: si alguien cree conocer algo, aún no lo conoce como se debe conocer.Siempre hay nuevos retos a los que debemos responder de manera conveniente, por lo que necesitamos prolongar y profundizar la catequesis recibida en etapas anteriores. Hacemos nuestra la idea de que cuanto más nos formamos, más sentimos la exigencia de proseguir y profundizar tal formación.

Buscamos en todos los momentos de nuestra vida los cauces más adecuados para atender esa necesidad de formación. Y sin dejar nunca la lectura asidua de la Sagrada Escritura, nos esforzamos por conocer de forma sistemática y vital la fe que profesamos, mediante cursos, lecturas y el seguimiento de métodos de pedagogía activa.

Puesto que no siempre nos resulta fácil discernir lo que es acorde con la sana doctrina, o alcanzar la comprensión de lo que la Iglesia y el mismo Cristo nos enseñan, organizamos y asistimos a cursos, conferencias, mesas redondas. Estos momentos nos sirven para conocer la doctrina católica en temas de actualidad y la situación que vivimos. Y en la medida de nuestras posibilidades nos adentramos en el estudio de la Filosofía y la Teología.

Formación para la unidad de vida

29. Como laicos cristianos nos esforzamos por vivir coherentemente nuestra fe, sin dobleces ni disimulos. Todos los momentos son ocasión para ejercitarnos en la fe, la esperanza y la caridad. En todos los ambientes somos testigos de Cristo, luz del mundo. Así, la difusión del Evangelio será capilar, y llegará hasta los últimos rincones del mundo. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo.

Para vivir en esta unidad de vida, nos esforzamos por cultivar todo el conjunto de virtudes humanas y cristianas que arraigan en el Evangelio, como la gratuidad, la disponibilidad, la paciencia, el sacrificio, la corresponsabilidad, la pobreza...

30. La gratuidad en el encuentro con las personas tanto del grupo en que nos integramos como con el resto de la gente manifiesta nuestra caridad. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis.¿Cómo vivirla?

Vivimos la gratuidad ofreciéndonos totalmente sin pedir nada a cambio, como somos; acompañando, escuchando, dedicando tiempo a los demás, hasta conseguir tener verdadero gusto por el trato con la gente, aceptándolos tal y como son.

31. La gratuidad en la entrega exige con frecuencia el sacrificio: El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Nos capacitamos y comprometemos a vivir la misma caridad de Cristo en todas las actitudes y comportamientos de nuestra vida. Pese a las dificultades, estamos llamados a una entrega fiel, a veces heroica, apoyados en la gracia de Dios.

La Acción Católica, de la que formamos parte activa y con cuyo pasado nos sentimos vinculados, no ha tenido miedo de enseñar el amor al sacrificio, contemplado a la luz de la cruz, de Cristo crucificado, que nos redimió a costa de su sangre.

La coherencia con que queremos vivir nuestra fe requiere que estemos preparados para aceptar con alegría, tanto los sufrimientos y sacrificios que se nos pidan, como los que voluntariamente queramos ofrecer para completar en nuestra carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia.

32. En la Iglesia vivimos la fraternidad, vivimos unidos, compartimos nuestro caminar. Como seguidores de Cristo, queremos ayudarnos mutuamente a llevar nuestras cargas, sobrellevándonos unos a otros y perdonándonos mutuamente si alguno tiene queja contra otro. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo.

El propio Jesucristo nos explica cómo debemos corregir a aquél que vemos flojear en sus obras o palabras: privadamente primero, en compañía de otro si no nos escucha, o incluso públicamente si aún así no nos prestara la atención debida. Es así porque nos sentimos responsables los unos de los otros, nos importa la vida, la felicidad de los que comparten nuestras inquietudes.

La corrección fraterna es también toda una manifestación de caridad con el prójimo. Por eso nos ofrecemos a ayudar, a aconsejar y a guiar a nuestros compañeros de camino en aquello que podamos. Del mismo modo, aceptamos agradecidos que otros realicen esa preciosa labor con nosotros, con una sincera actitud de humildad.

33. La disponibilidad requiere ser generoso con nuestra propia vida, estar presto al sacrificio si es necesario, y sentirse responsable hacia los demás, vivir la caridad con ellos, ver en ellos el rostro de Cristo. Al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. También está íntimamente ligada al celo apostólico y a la diligencia. María Santísima es un ejemplo de disponibilidad plena ante la llamada divina: He aquí la esclava del Señor.

Buscamos vivir la comunión y el servicio a los demás mediante una actitud que nos prepara para hacerlo antes de que llegue la ocasión, esperando que llegue ese momento para poder colaborar. Estar siempre disponibles es síntoma de que progresamos en el camino que Cristo nos propone.

Asumir responsabilidades o cargos es una estupenda vía para manifestar esa disponibilidad, prestando el servicio para el que seamos llamados con entusiasmo y alegría, pensando siempre en el bien de los demás. Y tenemos en la mayor estima a las personas que aceptan responsabilidades.

34. Jesús, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de que os enriquecierais con su pobreza. Cuánto nos enriquece reconocer que todo es un don divino, que somos ricos por el simple hecho de haber nacido, y que somos meros depositarios de nuestras capacidades, nuestros bienes y posesiones. Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.

Hacemos de la pobreza evangélica todo un estilo de vida que supone vivir sobriamente, sin apego a las cosas ni a su acumulación, compartiendo con desprendimiento los talentos que Dios nos ha dado, nuestro tiempo, nuestra riqueza.

Testimonio individual

45. Cristo es nuestro modelo: Tened los mismos sentimientos de Cristo Jesús . Es la imagen de la vida del cristiano. Él vivió pobremente, sufrió con mansedumbre la persecución y la muerte en cruz, demostró en todo momento su amor por los que le afrentaban. Jesús nos dejó el mandamiento del amor fraterno y las bienaventuranzas como expresión clara de una vida agradable al Padre .

46. En la medida en que se nota en nosotros la transformación que viene de la experiencia de Dios, somos testigos auténticos de Cristo. No nos avergonzamos de decir que somos cristianos y estamos dispuestos a anunciar explícitamente a todo hombre: ¡Dios te ama, Cristo ha venido por ti; para ti Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida! .

47. Todas las circunstancias nos invitan a vivir como discípulos de Cristo, todo lo hacemos "en el nombre del Señor Jesús":

- la vida familiar. Empecemos a cuidar especialmente nuestras familias, para que Cristo esté siempre presente en ellas. Será para nosotros, además, ocasión para cultivar actitudes como el servicio, la humildad, la caridad, la obediencia, etc.

- el estudio y el trabajo, donde nuestra responsabilidad, alegría y dedicación son muestra de nuestra vida unida a Dios.

- los amigos y los momentos de ocio, que no son un paréntesis en nuestro ser cristianos, sino un momento privilegiado para compartir con otros la nueva vida en Cristo.

- las circunstancias excepcionales en la vida, enfermedades, pérdida de algún ser querido, injusticias... donde se manifiesta nuestra verdadera esperanza.

- los más pobres, donde Cristo se nos muestra especialmente cercano.

- los jóvenes que no creen, que incluso se oponen a Dios, a los que Jesús también llama a seguirle. En ocasiones no podemos más que mostrarles nuestra fe y alegría, pero otras veces nos piden la razón de nuestra esperanza.

Apostolado asociado

48. Muchas veces nos sentimos impotentes ante las circunstancias y nos vemos débiles. Como en tantas otras esferas de la vida, también como cristianos necesitamos unirnos a otros hombres y mujeres. Dentro de nuestras comunidades nos sentimos apoyados para llevar una vida cristiana coherente.

El vivir la fe junto a otras personas es siempre un acicate, un empuje continuo y una escuela donde unas generaciones enseñan a otras. Además, toda agrupación de cristianos es signo de la comunión y de la unidad de la Iglesia en Cristo. En el momento actual, en el que hay divisiones, nuestro apostolado asociado como seglares es especialmente necesario.

El trabajo en equipo, donde cada uno aprende a llevar su parte de decisión y responsabilidad, es importante en el apostolado asociado. Detrás de cada obra no hay un "yo", sino un "nosotros" El trabajo en una asociación supone para cada uno un compromiso estable, en el que vamos creciendo progresivamente, y que nos lleva de manera natural a una mayor disponibilidad y ardor apostólico. En el día a día de la asociación tenemos ocasión de crecer en fidelidad, obediencia, paciencia y constancia. de forma que el apostolado sea más eficaz.

En nuestro equipo de revisión de vida, las reuniones de centro, los retiros mensuales, las reuniones de dirigentes, los diversos encuentros diocesanos, expresamos y vivimos con alegría nuestro compromiso asociativo.

Sabemos que nuestro camino en el compromiso cristiano y en la asociación necesita tiempo y maduración, por lo que asumimos un período necesario de iniciación. Como militantes, también nos preocupamos de la trayectoria de los demás y nos sentimos especialmente interpelados por la iniciación de otros cristianos en el camino asociativo de la Acción Católica. El campo de la iniciación es uno de los más necesarios y exigentes para todos los militantes.

Sentido de Iglesia

49. Como militantes de Acción Católica, estamos llamados a participar de una forma especial en la vida de la Iglesia, nuestra madre, asumiendo su fin apostólico. Estamos unidos estrechamente a la Jerarquía, según el modelo de los "hombres y mujeres que ayudaban al apóstol Pablo en la evangelización, trabajando mucho en el Señor".

50. Nuestra vinculación a la Iglesia se manifiesta en un peculiar "sentido de Iglesia", que es el carisma con el que el Espíritu Santo nos ha distinguido y que se concreta de diversas maneras :

Nada de lo que sucede en la Iglesia nos es ajeno. Nos afectan sus virtudes y defectos; nos interpelan todas sus necesidades; nos duelen los ataques que recibe. Cuando hablamos de "sentido de Iglesia" hablamos de algo que afecta a todo nuestro ser, no sólo nuestro pensar o actuar, sino también nuestro propio sentir, nuestro querer.

Nos sentimos especialmente vinculados al obispo de nuestra diócesis y cultivamos en nosotros la obediencia y la fidelidad hacia él como el que representa a Cristo en nuestra diócesis.

El amor a la Iglesia nos impulsa a conocer mejor su vida y su historia, para ser hijos cada vez más fieles y vivir insertos en su Tradición.

Estamos llamados a ser "fuerza de comunión intraeclesial", trabajando por la unidad de la Iglesia. Es importante mantener una fraterna colaboración con todos los que trabajan en la parroquia y la diócesis, aunque no compartan nuestra opción por la A.C. Con ellos establecemos un diálogo fraterno y una ayuda recíproca, para que cada don particular sea valorado y orientado al bien común, a la unidad de la Iglesia.

El compromiso apostólico

51. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso... No hay lugar para el ocio: tanto es el trabajo que a todos espera en la viña del Señor . Si permanecemos en el amor que Cristo nos ha comunicado, desearemos colaborar según nuestras capacidades en una tarea que sea para nosotros la expresión concreta de la correspondencia al amor de Cristo. Aunque ser cristianos ocupa toda nuestra vida y nuestro tiempo, necesitamos tener un compromiso concreto de trabajo por el Reino de Dios.

Cada uno debe discernir el campo más adecuado según sus aptitudes, su situación presente y su formación. Pero estemos seguros de que siempre hay alguna tarea a la medida de nuestras facultades. ¡Es tanto el trabajo en la Viña del Señor! En la fatiga de un compromiso estable asumimos la tarea y la alegría de trabajar en la construcción de la Iglesia. Este compromiso interpela a nuestra fe a ser cada día más verdadera y coherente y, al mismo tiempo, nos pide que nos preocupemos de la fe de nuestros hermanos.

Según la adecuada jerarquía de valores, no dudamos en ofrecer nuestro tiempo para el trabajo apostólico en los campos donde podemos dar fruto.

La tarea que asumimos como compromiso apostólico implica siempre una programación y una revisión atenta y periódica, que nos ayudan a mejorar y a no caer en la rutina y la ineficacia.

Comprometidos en la Iglesia

52. Podemos comprometernos en tareas propiamente eclesiales, especialmente en el ámbito de la parroquia. Dos campos preferentes son los jóvenes y la atención a las necesidades de nuestro barrio; esto nos abrirá al trato con alejados.

Es importante que los seglares valoremos los ámbitos que nos son propios dentro de la comunidad eclesial: los consejos pastorales y económicos, la asistencia desde Cáritas, la animación litúrgica, las cuestiones administrativas, la catequesis, la redacción y dirección de periódicos y revistas religiosos...

Nuestra colaboración en este campo enriquece a la Iglesia y es una ayuda eficaz para que los pastores puedan dedicarse con preferencia a sus tareas específicas que sólo ellos pueden llevar a cabo.

53. Hemos de valorar cada vez más el servicio que se realiza para la Iglesia y para la asociación cuando uno asume cualquier cargo de dirigente, tanto en el centro parroquial como en el Consejo Diocesano. Las diversas tareas o cargos (responsables de equipo, vocales, tesoreros, presidentes...) son maneras de servir, en la asociación, a la Iglesia y a los hermanos.

Comprometidos en el mundo

54. No podemos restringir nuestra experiencia de fe a cumplir un servicio eclesial y asociativo. Lo propio del seglar es estar insertado en el mundo y en sus problemas, donde también Cristo quiere estar presente. Cristo tiene derecho a entrar en todas partes .

No existe oposición entre el seguimiento de Cristo y el cumplimiento de las tareas propias de nuestra condición "secular". Por el contrario, la fidelidad al Evangelio sirve también para mejorar las instituciones y estructuras terrenas. Nada de lo que preocupa al hombre debe ser extraño al militante de A.C.

No nos refugiamos de modo insolidario en nuestros grupos eclesiales, sino que estamos presentes y activos en los problemas del mundo, atentos a dar respuesta a las necesidades e interrogantes que se nos plantean, como seglares adultos en la fe.

Por eso, campos muy necesitados de un compromiso generoso por nuestra parte son todos los que afectan al hombre de hoy:

55. Promover la dignidad de la persona es reconocer en ella la presencia de su creador y más ardiente amante,que exalta el valor de la humanidad haciéndose hombre él mismo.

Respetamos, defendemos y promovemos desde nuestros centros de A.C. y, concretamente, desde nuestros compromisos personales o de grupo, los derechos de la persona humana, especialmente el derecho a la vida en cualquier momento de su desarrollo y cualquiera que sea la condición de la persona. Buscamos modos de hacerlos realidad allá donde nos encontramos.

56. La familia es la célula fundamental de la sociedad, cuna de la vida y del amor, en la que el hombre nace y crece. Quiso Dios que su hijo viniera a través de una familia y que permaneciera en ella la mayor parte de su vida en la tierra. La Sagrada Familia es icono y modelo de toda familia humana y a ella debemos volver la mirada para imitarla. La familia es iglesia doméstica, y en ella se aprende, antes que en cualquier otro sitio, a conocer y amar a Dios. El matrimonio y la familia constituyen el primer campo para el compromiso social de los fieles laicos.

La importancia de la familia nos urge a formarnos y a formar a otros, ya desde jóvenes, en todo lo que afecta al noviazgo y matrimonio: sexualidad, paternidad y maternidad responsables, educación de los hijos, solidaridad con familias en situaciones difíciles...

57. Jesús está en los más necesitados, los pequeños, los humildes. Lo que a estos hagamos, a él se lo hacemos. Ellos, sin lugar a dudas, son sus predilectos y así los hemos de ver, amándolos de forma muy especial. Nuestro amor al prójimo es la medida de nuestro amor a Dios.

Estamos atentos a todas las necesidades del ser humano en una actitud constante de generosidad y una esmerada atención a los más pobres material o espiritualmente; a los marginados por la sociedad y a los que necesitan comprensión, compañía, amor...

Para llegar a vivir esta entrega a los demás, hemos de aprender también la austeridad y el desprendimiento de Cristo, que entrega la vida no sólo en la cruz sino en cada uno de los caminos y de los pueblos por los que pasa.

58. Sociedad y cultura. Todos somos destinatarios y protagonistas de la política, la economía, la vida social y la cultura, destinadas a promover el bien común. No podemos prescindir de todo ello, ni ignorarlo. No nos es lícito, en ningún caso, ausentarnos de estos campos. También Cristo quiere habitar ahí y poner estos campos al servicio del hombre.

No podemos renunciar a proclamar nuestro mensaje en la cultura y las culturas, a través de su creación y difusión: la educación, la investigación científica y técnica, la creación artística, los medios de difusión. La ruptura entre evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo. Los cristianos tenemos mucho que ofrecer al mundo, tenemos al que es la Verdad, la Vida y el Camino, tenemos la respuesta a todas las esperanzas humanas

Impulsamos desde nuestros centros cualquier tipo de presencia y testimonio cristiano en estos ámbitos rompiendo con la idea de que son campos inaccesibles para nosotros, o de que la estructura que los mantiene va a acabar con cualquier iniciativa cristiana dentro de ellos. Nuestro compromiso puede ser muy variado: asociaciones de alumnos, de vecinos, de padres; sindicatos, cooperativas; asociaciones culturales, agrupaciones de profesionales de cualquier sector, ONGs ...

Dada la dificultad y el reto que supone trabajar en cualquiera de estos campos, la Iglesia nos ayuda con su doctrina social, que procuramos conocer y poner en práctica.

Nos interesamos por el mundo de la cultura, promocionando y participando activamente, en la medida de nuestras posibilidades, en la manifestación de una cultura de raíces cristianas, en el mundo de la literatura, el cine, el teatro, la pintura, la música, etc.

Confianza en Dios

59. Sabemos que nuestro mundo está necesitado de una Nueva Evangelización, que pide urgentemente nuevas formas y métodos que rompan el muro de la indiferencia y de una falsa tranquilidad e impulsen la fe sumida en ocasiones en la rutina y la superficialidad. Por eso queremos convertirnos cada día más a Cristo para poderlo comunicar luego a los hermanos, transmitiendo lo que vivimos.

Sin embargo el interés por el apostolado puede correr el riesgo de convertirse en una frenética sucesión de compromisos, en un mero activismo, casi como si la salvación del mundo dependiese de lo que nosotros hagamos. Recordemos que Dios ya ha salvado al mundo y actúa en él. Permanezcamos tranquilos y confiados: él nos dará la fuerza necesaria cuando la nuestra flaquee. Aunque aparezcan el cansancio y el desánimo, no nos dejamos llevar por ellos, pues sabemos que el evangelizador "soporta las fatigas como buen soldado de Cristo Jesús" apoyado en el mismo Señor, pues sin él no podemos hacer nada.

Maestro, enséñanos a orar

MAESTRO, ENSÉÑANOS A ORAR

"Estaba orando Jesús en cierto lugar y,cuando acabó,
uno de sus discípulos le dijo: 'Maestro, enséñanos a orar,
como Juan enseñó a sus discípulos'." (Lc 11, l)

Jesús nos enseña a orar

60. La oración ha estado siempre presente en la historia del pueblo judío. Por eso, los discípulos no se sorprenderían al ver a Jesús retirarse para orar. Al contrario, ellos mismos lo harían, con toda seguridad, incluso antes de conocerle. Pero ahora sienten la necesidad de que Jesús les enseñe a orar.

Jesús habla con autoridad y les hace ver las cosas de una manera diferente, iluminando todo con su verdad, descubriéndoles la novedad del Reino que llega con él. Les ha enseñado muchas cosas nuevas, y eso les ha ido cambiando poco a poco. También en su oración han de cambiar. Los discípulos aprenden con Jesús a rezar como hijos, dirigiéndose a un Padre infinitamente misericordioso que siempre escucha sus plegarias " ... porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo. Vosotros, pues orad así: Padre nuestro..."

Nosotros también nos acercamos a él y le pedimos que nos enseñe a hablar con el Padre, a entablar una relación confiada que nos permita conocerle verdaderamente y permanecer en su amor.

Oración y vida.

61. La espiritualidad no es un modo de huir de nuestro entorno sino un modo de vivir nuestra existencia en plenitud, siendo dóciles al Espíritu. Nuestros ratos de oración son momentos que no podemos desconectar del quehacer diario. No son un elemento añadido a nuestra vida, sino que la sustenta. Se trata de que "seamos oración" haciendo de la vida concreta el lugar de encuentro con Dios.

Todas las actividades y ocupaciones que realizamos son ocación de servir y de trabajar por transdormar nuestro mundo en el Reino de Cristo. Para ello ponemos manos a la obra y empleamos nuestra ciencia y nuestros medios a su servicio; pero sabemos que no es suficiente: es Cristo quien hace crecer y a él acudimos para que transforme nuestra flaqueza en fortaleza.

Llamados a ser santos

62. Cristo nos elige y nos llama personalmente para que seamos santos. La ACG nos ayuda a ser conscientes de esta llamada y pone a nuestro alcance los medios que necesitamos para lograr la santidad. Para cada uno de nosotros, la santidad significa identificarnos con Cristo, ser otros cristos. Pero los modos de conseguirlo son diferentes en cada uno. Porque, en el fondo, la vocación a la santidad, como nuestra propia existencia, es única, singular e irrepetible. Discernir la propia vocación, en un diálogo personal, profundo, decisivo... con el Señorse convierte para nosotros en una tarea irrenunciable.

Por ello, buscamos la ayuda y la orientación de un padre espiritual que nos guíe en la fidelidad de nuestro camino hacia Dios y que nos eduque en la formación de la conciencia y en el discernimiento interior, que se realice, de este modo, con la mediación de la Iglesia.

Otra ayuda para nuestra maduración personal y el discernimiento vocacional, así como para mantenernos en actitud de conversión, son los Ejercicios Espirituales anuales.

Espiritualidad eclesial

63. La respuesta es necesariamente personal, pero tiene una dimensión eclesial, una relevancia comunitaria. La historia de la salvación individual se enmarca en la historia de la salvación de la humanidad. De ahí que el carácter vocacional de la A. C. se viva en grupo, en el intercambio y encuentro con otros. Así nos sostenemos en el discernimiento y nos ayudamos a madurar nuestra vocación.

64. La vida en el Espíritu crece a la vez que el sentido de Iglesia. cuando somos corresponsables y conscientes de que compartimos la vida del pueblo de Dios: el anuncio del evangelio, la vida litúrgica y el empeño pastoral.

Por eso, aunque seamos jóvenes de ACG, no buscamos una espiritualidad "específicamente juvenil". Participamos de la espiritualidad de la Iglesia, madurada y vivida por nosotros, a través de los medios comunes accesibles a todos, y expresada por el lenguaje vivo y esencial de la liturgia.

Necesitamos conocer y comprender el lenguaje de la liturgia -celebración de los sacramentos, sucesión de los tiempos litúrgicos, etc.- para vivirla como fuente y culmen de la vida espiritual, transformando el misterio celebrado en vida.

De la mano de la Iglesia santificamos el tiempo, en una continua alabanza al Señor. Rezamos con la oración de la Iglesia: laudes, hora intermedia, vísperas y completas. Esto nos acerca a los Salmos como expresión privilegiada de la oración del Pueblo de Dios y del mismo Cristo.

Espiritualidad laical

65. La vocación a la santidad no está reñida con nuestra situación en medio del mundo. Justamente por ser laicos, y pertenecer a una asociación de seglares, tenemos muy claro que nuestra santidad la tenemos que buscar en las ocupaciones concretas y corrientes de la vida. Somos hombres y mujeres corrientes que procuramos mostrar el rostro alegre del Señor en el trabajo, el estudio, la familia, las diversiones..., viviendo con radicalidad pero con naturalidad, las bienaventuranzas.

Todos estos quehaceres diarios no son obstáculo para nuestra vida cristiana, sino todo lo contrario, en ellos buscamos encontrarnos con Cristo, convirtiéndolos en oración.

Para hacer palpable nuestra unión con Dios a través de las actividades diarias, desde el primer momento de la jornada, ofrecemos al Señor todo lo que vamos a hacer, decir e incluso pensar y procuramos renovar este ofrecimiento a lo largo del día.

Fuentes de la espiritualidad

66. El encuento con Dios enm las actividades de cada día se alimenta de lo que, en definitiva, funda nuestra vida de creyentes: la Palabra de Dios, la liturgia, la oración,el magisterio de la Iglesia, y particularmente, los sacramentos, especialmente la Eucaristía.

Dedicamos tiempo a estas actividades porque nos sabemos débiles. Conseguir vivir el evangelio en el mundo, no es en ocasiones fácil. Muchas veces tenemos que luchar contra corriente y nos sentimos cansados. También descubrimos que nuestro adversario el diablo, como león rugiente, ronda y busca a quien devorar.El Señor, como a los apóstoles, nos dice: Venid a mí todos los que estéis cansados y agobiados.

Oración individual

67. En la oración personal fomentamos el trato y amistad con Jesucristo, perdemos el anonimato y nos atrevemos a hablar con él de todo lo que nos preocupa y ocupa. La roación es, así, fuente de confianza que nos anima en los momentas de duda y desánimo y nos dispone a ser más generosos en nuestra entrega.

A veces, sin embargo, tenemos la impresión de que no somos capaces de orar. La oración no es para unos pocos, para una élite. El Padre ha revelado sus secretos a los más pequeños, a los pobres de Cristo, a ellos les ha revelado lo que los poderosos no pueden entender . No se requieren esfuerzos sobrehumanos.

Queremos vivir la oración como centro de la vida espiritual, garantizando para ello un tiempo determinado y un lugar apropiado. Como nos cuesta ser fieles, conviene comprometerse a un tiempo concreto -alrededor de media hora- que cada uno aumentará según su necesidad.

Condiciones para la oración

68. Para que la oración nos sea provechosa, acudimos a Dios como niños, sabiéndonos sus hijos. Nos sentimos pequeños por nuestra condición de criaturas y de pecadores, y buscamos a Dios con sencillez y humildad. Sin conciencia de nuestra pequeñez no podemos avanzar en la intimidad con Dios, porque no nos sentiremos necesitados de su amor.

Mantenemos la presencia de Dios a lo largo del día con la ayuda de oraciones vocales y jaculatorias que nacen de nuestra necesidad y pobreza. Con ella se fomenta en nosotros el sentido más profundo de la filiación divina.

Oración: camino de conversión

69. Cristo, en la oración, nos invita y anima a identificarnos cada vez más con él, a conformar nuestra voluntad con la del Padre. Descubrimos con nitidez los errores y miserias que arrastramos y que queremos quitar de nuestras vidas. El evangelio nos ayuda a verlos y nos interpela para profundizar en el camino de santidad.

Después del tiempo que dedicamos a la oración sacamos algunos propósitos concretos que nos ayuden a conseguir una mayor fidelidad a neustra vocación.

Meditamos con frecuencia la Palabra de Dios, especialmente los Evangelios, para discernir lo que el Señor nos está pidiendo.

Oración comunitaria

70. Junto a la oración individual, la oración comunitaria refleja, en la tierra, la alegría del cielo y salva las rupturas que pudiera haber en la comunión con Dios y con nuestros hermanos. Todos los bautizados formamos un solo cuerpo, que es la Iglesia., y compartimos una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre.La oración en común nos ayuda a tomar conciencia de esta realidad tan profundamente cristiana.

Por ello, damos mucha importancia a los momentos de oración comunitaria: el retiro mensual y otros actos extraordinarios (vigilias, adoración a la eucaristía, laudes y vísperas solemnes...)

La Eucaristía

71. Cristo ha querido quedarse con nosotros en la Eucaristía de forma real, y cada día actualiza, en la celebración de la misa, su sacrificio de amor y su gloriosa resurrección.

La participación en la Eucaristía implica toda nuestra vida y, en la comunión, nos unimos personalmente a Cristo para ser, como él, vida para los demás.

Para nosotros, que estamos decididos a seguir el camino de el Señor nos ha tratado, la participación en la Eucaristía no es ya una mera obligación, sino una necesidad coherente con nuestra fe. De nuestra unión con Cristo depende la construcción de la Iglesia y no hay mayor unión que la que conseguimos con la recepción de su cuerpo y su sangre.

Valoramos el domigo, Día del Señor, como momento privilegiado para vivir como Iglesia la riqueza de la Eucaristía. Cuidamos, además, nuestra participación en la Eucaristía y la comunión frecuente -incluso diaria cuando sea posible- como signo de nuestra fe en Cristo muerto y resucitado por nosotros.

Para participar de modo más consciente nos formamos sobre el significado de la celebración eucarística, sus diferentes partes, y los tiempos litúrgicos.

72. En cualquiera de nuestras iglesias el Señor cumple la promesa de quedarse con nosotros. Su presencia en el sagrario es tan real como la de hace dos mil años en tierras de Palestina. La Iglesia y el mundo tiene una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración.

La visita al Santísimo, la vigilia, hora santa y otras devociones, son manifestaciones de nuestra fe en la Eucaristía. Con estos gestos externos indicamos la actitud interna de adoración.

El sacramento del perdón.

73. Mantener nuestra relación con Dios siendo fieles es un camino lleno de dificultades: caemos y volvemos a levantarnos; curamos nuestras heridas y seguimos caminando. Todos tenemos experiencia de nuestra fragilidad. También la tenemos del perdón misericordioso de Dios, realidad que nos maravilla y asombra. Sin duda, el perdón de los pecados es una de las cosas más bellas que la Iglesia custodia.

Cuando tenemos conciencia de haber ofendido a Dios, nos acercamos al sacramento del perdón, donde el Señor nos espera para mostrarnos que más grande que cualquiera de nuestras faltas, por graves que nos parezcan, es el amor que nos tiene. Ese amor, como le ocurrió al hijo pródigo, nos moverá al dolor y al arrepentimiento.

La ofensa que nos separan de Dios es también una ruptura con los hermanos. Por eso, cuando el sacramento de la Penitencia nos reconcilia con Dios, sabemos que la Iglesia y los hermanos crecen en unidad y comunión, se abren caminos de reconciliación entre el Creador y las criaturas. Sin dejarlo para más tarde, ve a reconciliarte.

Vivimos con alegría la celebración frecuente del sacramento de la reconciliación. Cuando las faltas que nos apartan del Padre son graves, se hace especialmente necesario el perdón. En cualquier caso, no es conveniente dejar pasar un mes sin recibir este sacramento. Su celebración requiere una adecuada preparación, con un examen de conciencia iluminado por la palabra de Dios a través de la oración.

María, modelo para nuestra vida

74. La Virgen madre, María, es, para cada uno de los miembros de ACG, modelo de fidelidad en nuestro peregrinar de la fe. Tras oír el anuncio del ángel, responde con un "sí" que es fruto del amor, si Dios lo quiere así, nada puede haber mejor. Desde ese momento, toda su vida se dedica al cuidado de Dios. Una vida corriente y escondida, pero llena de delicadezas de amor.

Junto a Cristo en la cruz se hace corredentora del género humano. Su unión al Señor, en ese momento se muestra en la aceptación del sacrificio.

Los militantes de ACG nos fijamos en María con frecuencia y aprendemos de ella las virtudes propias de quien quiere ser discípulo: la alegría, la delicadeza en el trato, la pureza, el servicio, el sacrificio escondido, la generosidad.

Actitud de escucha interior

75. El evangelio describe cómo acoge Maríalos acontecimientos que le van sucediendo, de una forma entrañable: conservaba todas estas cosas dentro de sí, meditándolas en su corazón.Buscaba agradar a Dios en cada momento. Esa misma actitud de escucha de la voluntad de Dios, en los pequeños y grandes acontecimientos de cada día, guía nuestra forma de actuar para descubrir la presencia y voluntad de Dios sobre nosotros.

Madre de Dios y Madre nuestra

76. La unión de María con Dios, es la más perfecta que pueda darse entre Creador y criatura. Es la que se da entre una madre y su hijo. Pero además Jesús, poco antes de morir, quiso que María fuese también madre nuestra. Desde entonces los bautizados contamos con la compañía y el cuidado de la Virgen María. Precisamente en ella somos engrendrados a la vida plena de los hijos de Dios.

María se ha convertido en la mejor aliadapara nuestra fidelidad al evangelio y para nuestro apostolado. En ella abandonamos nuestras inquietudes y necesidades.

La tradición de la Iglesia nos ha hecho llegar diversas formas de oración a la Virgen que pueden ayudarnos a dirigirnos a ella, conociéndola mejor. Especialmente el rezo del Angelus y del Rosario nos acercan a la contemplación de la vida de Jesús a través de María. En este último podemos ir fijándonos en cada misterio que rezamos, saboreándolo en presencia de Nuestra Madre, pidiéndole que nos conceda las gracias concretas que necesitamos para acercarnos más a su Hijo.

Conclusión

CONCLUSIÓN

80. Somos Iglesia que ha nacido en Pentecostés, con el envío del Espíritu de Jesús, el Paráclito. Como los apóstoles, nosotros hemos recibido el Espíritu para ir a las gentes y comunicar la Buena Nueva. También la Acción Católica celebra su día en Pentecostés, como toda la Iglesia, y cada año festejamos con alegría este renacer, la renovación que supone la presencia del Espíritu en nuestras vidas.

Vivimos un momento sin duda histórico, de renovación eclesial y de esperanza ante el tercer milenio del Cristianismo. Cristo nos ha llamado y nos llama al trabajo en su viña. "Id también vosotros a mi viña" . Nuestra tarea no puede quedar sin hacer, nadie la hará en nuestro lugar. "Fijaos en vuestro modo de vivir, queridísimos hermanos, y comprobad si ya sois obreros del Señor. Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la viña del Señor" . Sabemos que el mismo Señor nos capacita para ello con su Espíritu.

La nueva Acción Católica General es un medio renovado y eficaz para nuestro apostolado en la Iglesia, para lograr "una fidelidad mayor al evangelio y al servicio del hombre" . No dejemos pasar esta oportunidad sin responder con generosidad a las gracias del Espíritu.

Padre Todopoderoso,
Tú que nos has amado enviándonos a tu Hijo
para nuestra salvación, condúcenos a Ti
y enséñanos a ser luz para nuestros hermanos.
Jesucristo, Redentor nuestro,
Tú que eres el Camino, la Verdad y la Vida,
danos la fuerza que necesitamos para seguirte con alegría.
Espíritu Santo Paráclito,
Tú que asistes a la Iglesia desde Pentecostés,
llénanos de tus dones para que seamos siempre los testigos
y apóstoles de Cristo en el mundo.
Santísima Trinidad,
acoge nuestras súplicas,
que confiamos a la Virgen María,
Madre de la Iglesia y Reina de la A.C.
Amén.