DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DEL APOSTOLADO SEGLAR
"El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho" (Jn 14, 26).
Queridos miembros de la Acción Católica y del Apostolado Seglar:
Las palabras del inicio de esta carta: Jn 14, 26, las encontramos en el discurso de Jesús en la Última Cena. Las recoge el evangelista san Juan en un trasfondo que es todo él de despedida, pero que, a la vez, nos habla de un nuevo comienzo. Jesús sabe lo que va a acontecer y esto hace que las palabras que dirige a sus discípulos tengan una intensidad especial: "No se turbe vuestro corazón", "voy a prepararos un lugar", "volveré y os llevaré conmigo para que donde estoy yo estéis también vosotros", "lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré". También: "Yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad". La "despedida" de Jesús no es una despedida sin horizonte; lleva aparejada el anuncio de una nueva presencia y manifestación de Dios en la cual el Espíritu juega un papel central.
El capítulo segundo de los Hechos de los Apóstoles nos dice que esta promesa de Jesús relativa a la manifestación del Espíritu, se cumplió diez días después de su ascensión. Y se cumplió así: Los discípulos estaban reunidos y un viento impetuoso (el viento simboliza al Espíritu en numerosos pasajes de la Biblia) les transforma. Lenguas de fuego se posan sobre ellos. Aire y fuego. Ellos dejan de tener miedo. Se sienten "llenos del Espíritu". Y esa plenitud les empuja a la predicación del evangelio. Era fiesta en Jerusalén y había en la ciudad muchos extranjeros. La relación de los pueblos allí presentes es tan amplia que queda de manifiesto el deseo de expresar una idea que es fundamental para el autor del texto: el evangelio de Jesús es para todos: partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea, de la Capadocia, del Ponto, de Frigia, de Panfilia, de Egipto, de Libia... Y todos entienden las palabras de los apóstoles.
Todos estamos llamados a la escucha del evangelio y a abrir nuestro corazón a la Buena Noticia. No es la fuerza individual de cada apóstol la que ha originado el nuevo impulso evangelizador que nace en Pentecostés. Es Dios quien dirige el impulso de la Iglesia naciente. La sociedad de consumo, con sus mensajes comerciales, nos invita a satisfacer nuestras necesidades, reales o ficticias, y a centrarnos en nosotros mismos. Pentecostés nos dice que la vida tiene horizontes más profundos; que Dios alienta y es el centro de la vida, y que Él tiene la capacidad de transformarnos. Esta fiesta es una invitación a vivir nuestra vida en actitud de disponibilidad hacia Él, y de servicio hacia nuestros hermanos los hombres.
En este marco de la festividad de Pentecostés celebramos, como sabéis, el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar. Es una jornada orientada a poner de relieve el papel fundamental del laicado en la Iglesia. Si la Iglesia entera es evangelizadora, el laicado como miembros vivos de la Iglesia, ha de serlo también por el propio bautismo. La misión de los laicos aparece con más relieve cuanto más profundizamos en el ser de la Iglesia y en su misión. En los tiempos que vivimos, hay asuntos propios del laicado en muchos campos: la educación, la cultura, la economía, la comunicación social, la política, la acción social... son espacios cruciales en nuestras sociedades. Y en ellos, los laicos, juegan el principal papel.
Discípulos misioneros de Cristo, Iglesia en el mundo. Este es el lema que la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (CEAS) ha elegido para la Jornada de este año. "Ser discípulos misioneros de Cristo -nos dice el mensaje que han publicado con este motivo- significa poner al Señor en el centro de tu propia existencia. El discípulo de Cristo se nutre de la oración, la escucha de la Palabra y los sacramentos, especialmente de la Eucaristía". Esto es fundamental en el día a día de la vida del creyente.
El mismo mensaje nos recuerda la manera como el Papa Francisco ha definido el modo de "estar" la Iglesia en el mundo en el momento actual: como "una Iglesia en salida", que sale de su propia comodidad y se atreve a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio (cf. Evangelii gaudium, 20). En esa Iglesia, que está encarnada en lo profundo del mundo y de la sociedad, evitando la tentación de la autorreferencialidad y sin miedo a las equivocaciones, ocupan un lugar privilegiado los laicos". "El Papa Francisco -añade- está invitando constantemente a que en una Iglesia en salida, tengamos un laicado en salida. Unos laicos bien formados, maduros, animados por una fe sincera y límpida, cuya existencia haya sido tocada por el encuentro personal con Cristo Jesús. Son importantes en este sentido las palabras pronunciadas por el Papa Francisco con motivo de la Asamblea del Pontificio Consejo para los Laicos (17/06/2016): "Necesitamos laicos que se arriesguen, que se ensucien las manos, que no tengan miedo de equivocarse, que salgan adelante. Necesitamos laicos con visión de futuro, no cerrados en las pequeñeces de la vida. Y se lo he dicho a los jóvenes: necesitamos laicos con el sabor de la experiencia de la vida, que se atrevan a soñar. Hoy es el tiempo en que los jóvenes necesitan los sueños de los ancianos".
Los jóvenes. La Iglesia está centrando su atención en ellos en los últimos meses, y lo hará aún más con motivo del Sínodo "Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional". Ellos, los jóvenes, merecen ser escuchados de una manera especial en la Iglesia. Son un colectivo enormemente sensible a las formas actuales de llevar el mensaje de Jesús. Si su presencia en la Iglesia es importante siempre, lo es aún más en la perspectiva de una pastoral "en salida", misionera, en proceso de renovación.
El reto con que se encuentran estos jóvenes es grande, porque la sociedad, incomprensiblemente, les ha restado posibilidades respecto al pasado, en lugar de aumentarlas. Los últimos años han hecho que sus empleos y condiciones de vida hayan sufrido, en muchos casos, un enorme daño. En la Iglesia debemos potenciar el apoyo hacia ellos. Hemos de escucharles, darles cabida, y ámbitos de actuación. Hemos de hacer que se sientan acompañados en la búsqueda del sentido para sus vidas y en la maduración de su vocación, que son con frecuencia procesos no exentos de complicaciones.
Que el "Espíritu de la verdad", del que nos hablaba Jesús en la última cena, nos ayude a vivir una experiencia de encuentro, de entrega a los demás y de participación en la misión de la Iglesia. Que Nuestra Señora de la Almudena, eficaz mediadora, acompañe nuestro caminar.
Con gran afecto, os bendice.
Carlos Card. Osoro Sierra.
Arzobispo de Madrid.
Cartas de otros años